Siento el cadencioso pasar del tiempo, tamizando imperceptibles vivencias propias que dan la apariencia de inmovilidad, mientras que afuera, el mundo gira a una errática velocidad.
Siento aumentar el blanco en mis cabellos y los surcos en mi piel, y aún así siento que en mí nada cambia. Paso los días construyendo abstracciones y las noches jugando con abstracciones ajenas, como lo hice hace diez años, cuando el mundo externo era otro, y yo el mismo, aunque más ligero de los pesos del cuerpo, de la mente y del alma.
Hay quien las ropas se desgarra, y en la obscuridad se deprime ante la implacabilidad de los segundos. Hay quien ante la muerte huya despavorido y hay quien sufre en carne propia la muerte de sus ídolos.
Siento aumentar el blanco en mis cabellos y los surcos en mi piel, y aún así siento que en mí nada cambia. Paso los días construyendo abstracciones y las noches jugando con abstracciones ajenas, como lo hice hace diez años, cuando el mundo externo era otro, y yo el mismo, aunque más ligero de los pesos del cuerpo, de la mente y del alma.
Hay quien las ropas se desgarra, y en la obscuridad se deprime ante la implacabilidad de los segundos. Hay quien ante la muerte huya despavorido y hay quien sufre en carne propia la muerte de sus ídolos.
Pero yo, además de amor, y de ver pasar el tiempo, cada vez siento menos.